11 enero, 2009

Tarde de Invierno: Un poema Inédito

En medio de la búsqueda de datos en los archivos familiares, para averiguar más sobre la vida de mi abuelito Alberto Carrillo, mi madre encontró una antigua libreta de apuntes, de pasta negra y hojas cuadriculadas ya casi marrones por el paso del tiempo. En ella se halla una colección de poemas escritos con tinta y pluma; son todos poemas de juventud. Todos estos poemas se encuentran en calidad de inéditos, salvo No me Dejes que es la letra del yaraví publicado por la Editorial Musical Maldonado. De esta colección que ha permanecido dormida más de ochenta años hemos transcrito, para comenzar y en calidad de primicia, Tarde de Invierno, quizá el primero y el más antiguo, fechado en 1928 y ubicado en las primeras páginas del librito de apuntes. Cabe resaltar que se han hecho las correciones impuestas por el autor que, anotadas con lápiz, hemos hallado sobre el escrito original. Este poema es una visión romántica de un aguacero serrano. Escrito en la ciudad de Huaráz trasmite la gran sensibilidad de un joven Alberto de veinte años de edad, sensibilidad heredada de su padre y su madre, también poetas. En este poema y en todos los demás que se encuentran en esta valiosa libreta se trasluce un doloroso periódo de su vida, en donde la soledad, el dolor y los problemas por la subsistencia moldean un espíriru romántico y contemplativo pero a la vez libre y revolucionario, anhelante de grandes cambios, cual terrible tormenta que limpia todo lo viejo para dar paso a una nueva luz.

La tarde cae somnolienta…..
La ciudad está desierta;
Uno que otro transeúnte pasa de rato en rato por alguna calle solitaria.
El cielo está triste y sombrío
i cubierto con oscuro mantón de nubes;
i los campos reposan silenciosos
bajo letal mutismo…..
Todo parece callar i vestirse de luto;
Todo parece hundirse en un sueño profundo;
Ya las sombras se apoderan de los espacios
i negros nubarrones cruzan silenciosos
las insondables alturas
cual apocalíptico regimiento
de colosales fantasmas…..!
Amenaza una fuerte tempestad,
una bestial tormenta de Invierno:
las gentes aguaitan por momentos,
por las puertas entreabiertas
de sus moradas.
Con misterioso pánico en los ojos
temerosos i mudos de terror….
está por vaciarse una terrible tormenta;
un horrendo cataclismo…..!
…………………………….
…………………………….
De repente una ráfaga de luz
rasga las negruras celestiales,
alumbrando con claridad momentánea
la desoladora perspectiva
de un mundo en agonías;
al instante se oye una detonación terrible
retumba en las lejanías
perdiéndose de eco en eco
por entre las escarpadas montañas
i las hondas cavernas……:
Se abren las “cataratas del cielo”,
y en horripilante estruendo
caen con furia las aguas
sobre los frágiles techos i los espesos ramajes,
cual formidable oleaje
de un mar embravecido…..;
cual si fueran los bárbaros azotes
de unas huestes tamerlánicas
cual atorbellinadas caídas
de millares de rugientes Niágaras…!!
……………………………………....
Mugen las aguas al saltar
por las pendientes rocosas;
i los bramidos de los bosques i de los cerros
se confunden con el rugir del viento
i con el rugir de la tempestad….!
Parece llegado el castigo divino….
¡Es la cólera implacable de Zeus…!
¡Es el terrible Ramán mostrando su poder….!
¡Es Allāh enfurecido contra los hombres….!
………………………………………………
Es la tempestad invernal
que cae, al morir
la hora del crepúsculo……………………….


Alberto Carrillo
Huaráz, octubre de 1928.

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